domingo, 19 de enero de 2014

La siembra y la cosecha

Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.
Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla;
Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.
Salmo 126:5-6

Teneos un privilegio grande: Sembrar en el reino de Dios. ¿Como sembramos? Con nuestros sentimientos, nuestro tiempo, nuestras actitudes, nuestro talento, nuestras finanzas, en fin con todo lo que somos y poseemos, podríamos resumir que sembramos con nuestra propia vida.

Si de algo podemos estar seguros, es que todo lo que se siembra germina, todo lo que germina na, todo lo que nace crece y todo lo que crece da fruto.

1. Sembrar en el Reino de Dios no es fácil

Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.
Salmo 126:5

Porque tenemos un enemigo que se propone onstaculizar o destruir la siembra. Por eso el salmo dice: Los que sembraron con lágrimas. En esta siembra te encuentras con dificultades, pruebas, con situaciones y personas que quizá te desanimen, pero debemos recordar que contamos con alguien que nos ama, que está dispuesto a consolarte en medio de la dificultad y ayudarte en el sufrimiento para que no te desanimes y hagas buena siembra, el bendíto Espíritu Santo.

Tal es la razón por la que aunque nadie nos comprenda, aunque se oponga el infierno, el diablo y los demonios se te paren frente, sigue sembrando, que esta palabra dice que aunque siembres con lágrimas, cosecharás con regocijo.

Si siembras desunión, cosecharas enemistades y desunión. La oración de Cristo mismo en Juan 17 remarca que el deseo de Jesús es que seamos uno como Él y el padre son uno. Nuestro carácter, nuestra cultura, nuestra idiosicracia se vuelven en obstáculos para tener la buena semilla a sembrar.

2. Debemos sembrar sin detenernos

Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla;
Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.
Salmo 126:6

Dios mismo nos advierte que en esta siembra habrán momentos difíciles, llenos de oposición, de dolor, de tristeza, de aflicción y sufrimiento. Pero recuerda que Jesús dijo en verso 33 de Juan 16: “En el mundo tendreís aflicción, pero confiad Yo he vencido al mundo”.

El creyente, aún en el tiempo mas difícil de su vida, puede tener paz, esa paz que solo Cristo puede dar. Cristo sembró con lágrimas y salió victorioso de este mundo. Somos el resultados de lo que Él sembró en la cruz del calvario. Impaginate todos aquellos a quienes el Señor le había hecho milagros gritando “Crucifícale”, cuando esos soldados le latigaron, con violencia traspasaron sus manos y sus pies, hirieron su costado, le pusieron una corona de espina, pero aún así no renunció a seguir sembrando. Aunque se exclamó “Padre porque me has abandonado” y veía a Juan y su madre que habían quedado de todas las multitudes que le seguían, nada le detuvo.

Por eso no puedes detenerte, sígue su ejemplo sembrando y confiando en la victoria de Cristo, quién nos asegura que llegado el momento recogerás una cosecha abundante. Nuestras adversidades son mínimas comparado a todo lo que el sufrió, pero en totalidad se dio por tí y espera que en totalidad nos demos a Él, a pesar de las pruebas, porque la victoria está ya ganado por medio de Cristo. El verso que tomamos dice que “volverá con regocíjo, trayendo sus gavillas”. Sigue orando por tu esposa, por tu esposo, por tu hijo, tu familiar, tu amigo que no conoce a Cristo. Sigue pelenado la buena batalla de la fe. Sigue sembrando la buena semilla.

3. El cuidado que debemos tener: Sembrar la buena semilla

No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
Gálatas 6:7-8

Somos llamados a tener cuidado de escoger la calidad de semilla que debemos sembrar, sabiendo que no podemos sembrar espinos y cosechar uvas. Éste es el error de muchos que sembrando discordia, desean cosechar amor.

Debemos tener presente que nosotros sembramos la semilla, pero quier hace germinar es Dios, quién hace crecer la planta es dios y quién permíte que llegue la cosecha es Dios. Por ende, nadie puede engañar a Dios ni engañarse a sí mismo. El que siembra para la carne, de la carne segará corrupción y el que siembra del Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.

19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,
21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
Gálatas 5:19-24

¿Cúal será tu cosecha? ¿Que clase de semilla haz sembrado?


Lo interesante en Dios, es que puede convertir una semilla negativa en algo positivo y puede cambiar tu lamento en baile, tu tristeza en gozo, tu derrota en victoria. Levántate y comienza una nueva siembra que la cosecha será en gran abundancia.

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